«Sentirme útil ha sido la razón de no hundirme»,
reflexiona Francisco. Es uno de los hombres a los que la crisis ha
obligado a asumir un, hasta ahora, desconocido rol para la mayoría de
ellos. Las tornas han cambiado bruscamente por culpa del desempleo y,
necesidad obliga, ahora son los que lavan, planchan, van al
supermercado, se encargan de la comida, llevan a sus hijos al parque, o
incluso cambian pañales. El germen de una nueva clase social que bien
podría denominarse «los nuevos amos de casa», encargados de acometer
muchas tareas domésticas en las que, hasta ahora, jamás habían pensado
desenvolverse con tanta soltura.
El hecho de haber tenido que cambiar de rol forzados por
las circunstancias no significa, sin embargo, que asuman de mala gana el
novedoso e inesperado papel que la vida les ha puesto delante. Al
contrario. En muchos casos esta reciente faceta ha conseguido que asuman
de mejor grado la difícil situación de estar parado. «Organizar y
realizar las tareas domésticas me permite mantener la mente ocupada y
sentirme útil», se enorgullece José Manuel. Admite que ha sido un cambio
duro y, aunque reconoce que su mejor regalo sería encontrar un empleo,
está descubriendo nuevas sensaciones a nivel personal. De alguna forma
se le están revelando aspectos de sí mismo que no conocía. «El paro
puede ser una oportunidad para detenerse a pensar, y también para
encontrar la satisfacción en cosas antes impensables». (...)
Jesús, a sus 48 años, también lleva dedicando muchos días al cuidado de
su hija de ocho. El trabajo como amo de casa es algo que siempre había
envidiado de su pareja. Ahora, su condición de desempleado le permite
asumir todas esas tareas para las que antes nunca tenía tiempo y, aunque
admite que no sería deseable que esto se prolongara por mucho tiempo,
está disfrutando de cada segundo en su nuevo papel. De no ser por las
lógicas repercusiones económicas, confiesa que no le importaría
dedicarse al hogar el resto de su vida, aunque todavía haya quien pueda
por ello considerarlo un “calzonazos”. Algo que le trae al pairo. “Si la
mujer lleva los pantalones, ¿por qué no puedo yo llevar falda?”.
Después de cuatro años sin trabajo, durante los que se ha dedicado por completo a cuidar de los suyos y de su casa, ha aprendido a valorar lo que implica esta dedicación. “Me siento un egoísta por no haber considerado antes el esfuerzo que conlleva sacar adelante la casa”.
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