(...) mientras la alta cocina ha elegido caminos diversos y los recorre con la mochila llena de nuevas técnicas y conceptos –a veces confusos y a menudo mal asimilados–, la otra avanza a trompicones por un pedregal, descalza y en taparrabos.
La cocina casera, la de cuchara y toma pan y moja, agoniza lentamente. Ya nadie guisa. Todo se resuelve a golpes de plancha y campanilla de microondas mientras la libreta de recetas de la abuela, si no ha terminado en el contenedor azul, acumula polvo en la estantería.
Fuera de casa, los restaurantes de nivel medio agotan fórmulas repetidas hasta la saciedad. Por ejemplo, y paradójicamente, la de vender cocina casera. Pero también la de fusionar cualquier cocina tropical y subtropical con la nuestra. ¡Qué cansino! ¿Por qué no apostamos por actualizar nuestras cocinas regionales?
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