La profesora Raquel Martínez, Doctora en Psicología Positiva, explicó desde esta disciplina que la felicidad o el bienestar de la persona se estudia a través de distintos indicadores que plantean diferentes modelos, como son: la autoaceptación, el propósito de vida, la autonomía, el crecimiento personal, el dominio del entorno, la capacidad de comprometerse con uno mismo… Pero hay uno que se repite y que tiene que ver con las relaciones.
Sin duda, el modo en que nos relacionamos es fundamental a la hora de poder valorar si somos felices o no… La prof. Martínez afirmó que nuestro futuro depende de cómo aprendimos en nuestro hogar a construir relaciones. Sabremos relacionarnos, mejor o peor, en función de cómo desarrollamos nuestro apego de pequeños. El apego es el vínculo afectivo que se forma en el primer año de vida gracias a nuestra interacción con nuestros cuidadores, con nuestras figuras de apego. Cuando las figuras de apego son incondicionales y atienden las necesidades del niño, el niño genera la expectativa de ser digno de ser amado y construirá sus relaciones futuras con seguridad.
La profesora Celia Martín, Doctora en Organización de Empresas y experta en Recursos Humanos, buscó los paralelismos entre empresa y hogar, entendiendo ambas como dos esferas claves de la vida de la persona y en las que sería esencial para nuestra felicidad lograr un trasvase natural positivo, es decir que una nutra a la otra y viceversa. Ambos núcleos son lugares de desarrollo para la persona en distintas etapas de la vida, ambas tienen estructuras muy similares en pequeña y gran escala. Además, hoy en día, los límites de separación se antojan cada vez más difíciles de establecer, por lo que, sería fantástico trasladar ese componente humano del hogar a las empresas.
Por otro parte, una de las motivaciones que el empleado suele valorar a la hora de elegir una empresa o de continuar en ella, es la de las relaciones personales con sus compañeros, superiores y resto del entorno laboral. De nuevo las relaciones. ¿Cómo son esas relaciones del grupo humano dentro de una empresa? ¿Existe la comunicación, nos cuidamos, cómo es el apoyo?
Elena y Ricardo, delegados de familia del arzobispado de Valladolid, insistieron en que el hogar es el lugar en el que se te quiere por lo que eres y en el que hay una palabra clave que no entiende de porcentajes, la entrega. En un hogar en el que se cuida la vida interior y la espiritualidad tiene un componente importante estar al servicio del otro, porque lo haces por amor.
Decía Ricardo que en el hogar es, efectivamente, donde aprendemos a relacionarnos, donde aprendemos a dar las gracias, a pedir perdón, a respetar a los demás, y a cultivar la fe.
Por último, el filósofo, Joaquín Estaban, Doctor en Filosofía y en Teoría de la Educación, reflexionó acerca del concepto actual del hogar y comparó el hogar sedentario, reposado, atemporal con los “hogares líquidos” que surgen hoy, en el que todo es fruto de la rapidez, en los que no hay línea temporal y es más difícil echar raíces.
El “hogar líquido” es lo que los antropólogos denominan el “no lugar”, son módulos de conexiones, pero no preparados para anidar, para habitar. Si pensamos en la casa, una casa no es un hogar, a menos que sea una casa vivida. ¿Pero qué es vivir? ¿Es inercia biológica? La casa tiene que ser hospitalaria para que se realice la esencia sagrada de la vida humana, la casa tiene que ser encendida… Pero, ¿hay que construir para habitar o el habitar es previo al construir? el hogar no es un sitio, es un estado de conciencia, un vínculo, una relación con lo otro, con los otros, con las cosas. Es el sitio donde nos desvelamos para cuidar a los demás.
A esta reflexión sobre los hogares líquidos le dedicaremos otro post próximamente porque nos lleva a pensar si se puede habitar así o no y a descubrir una realidad cada vez más predominante en la que merece la pena profundizar.